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22 junio 2010 2 22 /06 /junio /2010 02:59
  •           La Ministra de Defensa del Gobierno Nacional de la República Argentina anunció hace unos días que nuestro país botará un submarino nuclear.
  •           Según la Ministra Garré, la nave sumergible utilizará un motor atómico a fabricar por la empresa argentina de capitales mixtos (estatales y privados) INVAP, y será instalado en un submarino ya existente en el país aunque por ahora fuera de servicio y en dique seco.
  •          La noticia no conmocionó a nadie, por una sencilla razón: desde hace décadas, los argentinos estamos acostumbrados a los anuncios grandilocuentes de sus gobernantes, los cuales jamás se cumplen.
  •           El Presidente Carlos Menen había anunciado vuelos de naves estratosféricos, partirían de la ciudad de Córdoba (nos referimos a la Córdoba de Argentina, no a la homónima española) y habrían de llegar a Tokio en una hora; y viceversa, Tokio-Córdoba en igual tiempo. Por supuesto, todo ficción.
  •           La actual Presidenta Cristina Fernández de Kichner anunció hace unos dos años atrás la construcción de un “tren bala” con el trayecto Buenos Aires – Córdoba (aproximadamente ochocientos kilómetros de distancia). Se invirtieron seiscientos millones de dólares estadounidenses (salidos del Tesoro Nacional) en los “estudios de factibilidad”. Bien: tal como era ya sabido por los argentinos desde el día en que la Presidenta Cristina dijo la palabra “tren bala”, la construcción se canceló con cualquier pretexto de ocasión. ¿Y los “estudios de factibilidad” a un costo de $ (USA) 600.000.000? Bien gracias.    
  •           Tan “transparentes” son los gobernantes de la Argentina para los ciudadanos de este país, que inclusive saben el único motivo de semejante anuncio tan desgarbado. Ocurre lo siguiente: Brasil firmó convenios con Francia para armar cuatro submarinos nucleares, por cierto con tecnologìa francesa, reactores atómicos franceses, y muchas piezas importadas de Francia.
  •           La Ministra Garré no quizo ser menos, y decidió que era la hora de “tener lo mismo que los hermanos brasileños”, mas con ventajas: la teconología, toda la tecnología, desde el reactor nuclear hasta el último tornillo, serán argentinos. Tan argentinos como Maradona y “la mano de Dios”. Para “duplicar la apuesta”, la Ministro Garré informó hasta la fecha - bastante aproximada -  en la cual el submarino nuclear argentino surcará las profundidades: fines del año 2011 (antes de las elecciones generales de octubre de ese año).
  •           Frente a semejante anuncio deberían haberse producido reacciones internacionales. Algunos países podrían quejarse porque ello incrementaría una nefasta carrera armamentista en América Latina. Otros, respecto de los riesgos de poner en los océanos una nave nuclear en escaso tiempo (apenas un año desde el anuncio hasta el fletamiento) por parte de un país sin experiencia en emprendimientos semejantes. Los ecologistas, se supone, estaban obligados a “poner el grito en el cielo” ante la posibilidad de desastrosas consecuencias para el medio ambiente.
  •           Sin embargo, nadie osó decir palabra. ¿Por qué? Nuevamente simple: porque, lo saben también en el extranjero, ésta es apenas la novísima bravocunada del Gobierno Argentino, sin más destino que el “oportuno archivo del expediente”. Las pocas respuestas de la prensa argentina a la mera infatuación del coraje de la Ministra Garré, reiteraron la certeza de “el submarino atómico no será construido” y criticaron al Gobierno en función de los criterios de prioridades, tales como:
  •      a) en un país con crónicas deficiencias en servicios públicos esenciales como la salud y la educación, es un elemental contrasentido pensar siquiera en gastar las fondos del Estado en un arma carísima;
  •      b) si de gastos de defensa se trata, sería lo correcto renovar el equipo convencional de las Fuerzas Armadas, de obsolecencia alarmante;
  •     c) más todavía, hay algunos aspectos de la defensa cuya implementación, a pesar de ser imperiosa, se está postergando sin causas ni motivos, tales como la radarización del espacio áereo argentino (en especial en las fronteras del norte del país, por dónde pasan diariamente decenas de aeronaves  de manera clandestina, la mayor parte - se presume - cargadas con drogas prohibidas); asimismo la discusión parlamemtaria de una “ley de derribo” similar a la normativa brasileña que permite a la Fuerza Aérea de ese país atacar en el aire y aún destruir a cualquier aeronave que intrusare el espacio aéreo nacional sin autorización; también el refuerzo de controles con naves de superficie y aviones de patrulla marítima en el Mar Epicontinental Argentino para evitar la penetración de inmensas flotas predadoras hasta el hartazgo de las reservas pesqueras.
  •           Claro está, nadie analizó el caso seriamente, porque en definitiva se trataba de una anécdota risible. Fue algo así, como si la Ministra Garré hubiera soltado una flatulencia en medio de una ceremonia oficial: más allá de los comentarios burlones, no habría sido cosa para tomarla, ni en serio, ni con gravedad.
  •           Sin embargo, a mi me preocupa aun hasta el anuncio, si bien entiendo que nunca se concretará, porque evidencia errores imperdonables en la concepción misma del concepto de defensa nacional.
  •           Veamos: ¿para qué sirve, por qué algunos países gastarn sumas enormes y distraen capital humano ingente, para poner en funcionamiento una de las armas más sofisticadas del mundo moderno, un submarino de propulsión nuclear?
  •           Una digresión: al menos la Ministra y otras autoridades nacionales aclararon respecto de la capacidad ofensiva del “submarino nuclear”. Eso si lo tienen claro – me parece bien –, no se trataría de una nave que portaría armas atómicas, sino sólo que la propulsión y todos los sistemas del submarino serían alimentados con un motor de energía nuclear. Por ello, y si bien para simplificar decimos “submarino atómico”, lo correcto es denominarlo al imposible “Nautilus” de la Armada Argentina, como “submarino de armamento común, con propulsión de un motor atómico”.
  •           Volvemos a lo sustancial. Los submarinos convencionales usan un motor diésel. Como cualquier otro motor de combustión interna – o sea, como el automóvil que usted tiene en el garage – necesitan algo más que el combustible para funcionar: es el oxígeno. Normalmente ese oxígeno viene del aire, por ello los automotores tienen un sistema de admisión de aire, filtro de aire, etc.
  •           Supongo que lo saben todos, pero quizás alguien hubiere olvidado que los combustibles, por sí solos, ni prenden fuego, ni explotan. La gasolina en un espacio vacío, a lo sumo serviría para limpiar manchas de grasa. El gasoil, ni para ello porque mancha peor que la grasa o el aceite. Los combustibles necesitan un “comburente” (creo que se denomina así, yo no conozca nada de química) que está en el aire y se llama oxígeno. En condiciones ideales, el aire tiene un 21% de oxígeno.
  •           Los submarinos diésel tienen como combustible el gasoil. ¿Cómo funciona un motor diésel a gasoil, de un submarino convencional, debajo del agua? Simplemente, no funciona. El submarino debe hacer trabajar su motor (o motores) diésel en la superficie. Con la energía obtenida se cargan numerosas y grandes baterías. Cuando el submarino convencional se sumerge, el motor (o motores) diésel dejan de operar, y las funciones del barco dependen de la energía de las baterías. Bueno, parece que algunos mecanismos asimismo podrían funcionar con aire comprimido guardado previamente en tubos.
  •           Los submarinos clásicos, esos como los vemos en las películas de la Segunda Guerra Mundial, tenían baterías similares a las usadas por cualquier automotor. Peor que eso, porque hoy la mayoría de los rodados disponen de “baterías secas” siempre cerradas, no despiden olor, no pierden líquidos espantosos. En cambio por aquél entonces las baterías debían recargarse con agua, solían despedir nauseabundos fluidos, los bornes se cubrían con residuos, y todos los males que los automovilistas de – digamos – algo más de cuarenta años de edad recuerdan perfectamente.
  •           Las baterías de un submarino se mantenían con carga suficiente por unas pocas horas, el tiempo exacto dependía de la actividad desarrollada. En las condiciones perfectas, la carga duraba 24 horas. Estando el submarino en movimiento constante, digamos en “condiciones permanentes de batalla”, posiblemente apenas llegaban las baterías a cubrir 6 horas.        
  •           Cuando las baterías comenzaban a flaquear en sus cargas, resultaba indispensable subir a la superficie, prender los motores (o el motor) diésel, y reiniciar la recarga de las baterías. Y así, una y mil veces mientras el submarino estuviera navegando en “aguas peligrosas” o buscando barcos enemigos para torpedear. Por supuesto, en mares amigos, con protección de naves aliadas y lejos de peligros, los submarinos navegaban como los demás buques, en la superficie, y por días y días sin problemas. Claro está, la función de los submarinos es pelear sumergidos, y ahí está el problema.
  •           Ahora bien. No nos engañemos. La mayoría de los submarinos militares existentes en el mundo, son bastante parecidos en cuanto a motorización, a aquellos de la Segunda Guerra Mundial. Las baterías podrán ser más eficientes, los motores eléctricos darán más potencia con menos electricidad, pero en definitiva lo sustancial sigue siendo idéntico.
  •           Los países del “primer mundo” que disponen de otros sistemas de impulsión en los submarinos de sus Marinas de Guerra (a los que nos referiremos luego) son pocos.
  •           Durante la Segunda Guerra Mundial, todavía con escasa tecnología de detección electrónica, los submarinos viajaban sumergidos, buscando sus presas durante el día. Por las noches salían a recargar las baterías con los motores diésel. En general en la oscuridad y siendo naves relativamente pequeñas, los submarinos se volvían invisibles.
  •           Para acentuar la capacidad de pasar desapercibidos en las sombras, los submarinos eran pintados de color negro. Y aún se pintan de negro los submarinos militares sofisticados, quizás por tradición y no por necesidad táctica. O posiblemente, como los submarinos modernos son totalmente recubiertos con gruesas capas de caucho – para despistar a los sonares -, el caucho de por sí, es negro.
  •           Es de hacer notar que, además del estrés de combatir en condiciones tan extremas, las dificultades para las tripulaciones de los submarinos convencionales son grandes. El aire del interior se recambia cuando la nave sube a la superficie, por ello los submarinistas viven en un ambiente cada vez menos oxigenado a medida que pasan las horas sumergidos. Dicen quiénes allí estuvieron, que los submarinos tienen un hedor agrio, están permanentemente sucios. Esto último se justifica porque el agua dulce embarcada es necesariamente escasa en una nave pequeña, por lo tanto sólo puede usarse para beber.
  •           Bañarse o lavar las ropas son lujos desconocidos. La refrigeración – obviamente dependiente de motores eléctricos – se reserva para mantener fríos insumos vitales (por ejemplo, ciertos medicamentos). Por lo tanto y cual si fueran navegantes de la época de Colón, los submarinistas ingieren sustancialmente víveres secos o comidas enlatadas.
  •           Apiñados, sucios, malolientos y mal comidos, respirando aire viciado, las tripulaciones de los submarinos convencionales deben ser, como ellos mismos dicen, “una raza especial”.
  •           Las cosas comenzaron a cambiar cuando las grandes potencias y en medio de la carrera armamentista de la Guerra Fría, dieron inicio a la construcción de “submarinos atómicos”. Primero fueron la Unión Soviética y los Estados Unidos, luego también los fabricó Gran Bretaña, Francia, China e India. Nadie más. Rusia simplemente reemplazó a la Unión Soviética. Es un “club exclusivo”, él de los fabricantes/propietarios de los submarinos atómicos.
  •           Y, ciertamente, la cantidad de submarinos atómicos que están en actividad son pocos, quizás los números están algo encubiertos por razones de secreto de estado. No obstante, probablemente no superan la cantidad de cincuenta el total de submarinos atómicos realmente moviéndose en las aguas de todos los océanos, listos para entrar en combate.
  •           Habrá algunos otros, en reparación, en construcción, en vías de desguace por obsolecencia (recordemos que los primeros submarinos nucleares datan de la década del '60, puede haber hasta de los años '50, por lo tanto, decenas de ellos son ya chatarra).
  •           Por otra parte, los gobiernos – no sólo el Gobierno de la Argentina – tienden a hacer de la infatuación del coraje una ciencia, por ende con seguridad unos 20 o más submarinos nucleares son contados “como terminados”, cuando apenas están en los dibujos de los discos rígidos de la computadoras.
  •           Los submarinos atómicos (o “submarinos nucleares”, como se los quisiera llamar), en verdad son de dos clases, y a ellos ya nos referimos anteriormente. Están los que tienen armamento convencional, se trata sólo de “submarinos atómicos” porque son movidos por un motor de energía atómica. Y los hay, con motores atómicos y misiles con cabezas que transportan bombas atómicas.
  •           De todas maneras, todo indicaría que los submarinos que llevan bombas atómicas, invariablemente también transportan y son capaces de disparar con armas comunes. Por ejemplo el submarino británico “Conqueror” hundió al “Crucero General Belgrano” de la Armada Argentina en la Guerra de las Malvinas con un torpedo cargado con explosivos convencionales. Pero asimismo transportaba misiles con ojivas atómicas con las cuáles – según aseguró la impresentable Primer Ministro de Su Majestad, Margarette Tatcher – estaba dispuesta a destruir varias ciudades argentinas, en el supuesto que los aviones argentinos lograran averiar severamente al “HMS Invencible” o al “HMS Hermes”, los dos portaviones de la “british task force”.
  •           Con o sin armamento nuclear, la inmensa ventaja de los submarinos atómicos resulta de dos aspectos de esa motorización: a) para su funcionamiento, no requieren oxígeno; b) una “carga” de combustible atómico hace andar a la nave durante larguísimos períodos, al menos un año seguido, pero podrían ser dos años, tres años o más (el tiempo exacto de duración del combustible atómico de las naves que lo usan suele ser secreto de estado, pero es inequívoco, que un año entero cuanto menos, está asegurado).
  •           De ese modo, un submarino nuclear no necesita salir a la superficie por meses y meses, unos hablan de 3 meses, otros de 6 meses, y hasta un año según algunos analistas.
  •           El aire que la tripulación respira en los submarinos atómicos es obtenido de los mismos mares. Porque todos los mares tienen, en general en los primeros doscientos metros de profundidad, aire disuelto. Esa es la razón por la cuál sobreviven la mayoría de los peces, porque contrariamente a la creencia generalizada, no “respiran agua con las agallas”, sino que las agallas les sirven para absorver el aire disuelto en el agua. Hay otros peces de gran profundidad que se las arreglan sin oxìgeno, pero esa ya es otra historia. Por otra parte, los mamíferos marinos (delfines, ballenas, y las variantes de estos) tampoco “respiran agua”, sino que les es indispensable salir cada tanto a la superficie para inspirar aire, claro está que pueden “contener el aliento” períodos de tiempo impensables para los mamíferos terrestres, media hora y más.
  •           Un motor atómico tiene una relación “peso/potencia” inmensa. En especial, el peso del combustible atómico es irrisorio si lo comparamos con los combustibles convencionales. Un kilogramo de uranio enriquecido equivale a varios millones de litros de gasolina. Por ello, un submarino atómico tiene muchas otras ventajas respecto de los submarinos convencionales, además de poder pasarse largos meses sin salir a la superficie.
  •           La relación existente entre las comodidades de las que disfruta la tripulación de un submarino atómico, comparando con las comodidades de los marineros de submarinos comunes, es como poner a un hotel de las cadenas “Sheraton” o “Hilton”, al lado de la más humilde choza.
  •           En los sumergibles nucleares el aire que se respira es más limpio que el existente en un agradable valle de los Andes o de los Alpes. Hay canillas y duchas con agua fría y caliente. Los submarinos atómicos rusos tienen piscinas de natación. Hay agua dulce suficiente como para lavar las ropas y mantener pulcras las instalaciones. La electricidad permite iluminación abundante, y además varias cámaras refrigeradoras para conservar alimentos según su naturaleza (por ejemplo, las manzanas se conservan muchos meses a temperaturas de aproximadamente 4ºC siempre que las cámaras contenedoras no se abran, en cambio las carnes rojas requieren refrigeración bajo cero si se las quiere tener en condiciones durante varios meses).
  •           Las cocinas son eléctricas. Hay salas de esparcimiento y gimnasios. La temperatura es mantenida en niveles agradables, cualesquiera fueren las condiciones de los mares y profundidades en los que navegaren.
  •           Y muchos más “lujos”. Pero no son propiamente lujos. Sería imposible para los seres humanos estar en un largo tubo – eso es, en definitiva, un submarino – durante un año seguido sin salir, sin ver el cielo, la luz solar o del plenilunio, salvo que contaren con las comodidades que, en definitiva, son las comunes y corrientes en cualquier cuartel de un ejército medianamente equipado. Los submarinos atómicos, al tener verdaderos excedentes de energía, son muy grandes, y así  pueden llevar más armas, y armas más grandes, más poderosas. Y más tripulantes. Y contar con cuerpos médicos, quirófanos completos, consultorios especializados para los odontólogos y los oftalmólogos, y todo lo que pudiera haber en un hospital mediano.
  •           Ahora vamos llegando al punto para lo cuál, escribimos quizás demasiado. Es explicar los motivos por los cuáles, a un país como la Argentina, así fueren sus habitantes los de mayor ingreso per cápita del mundo y los problemas en general etuvieran solucionados, de ninguna manera le resultaría adecuado disponer de un submarino atómico.
  •           Aquí entran Deleuze y Guatari, y especialmente un libro de la autoría de ambos, con título insólito: “Mil Mesetas”. Con subtítulo absurdo: “Capitalismo y Esquizofrenia”. Como todo libro que entra en la categoría de “clásico”, muchos lo nombran y pocos lo tienen en sus bibliotecas. Cuando lo tienen, no lo leen. Cuando lo leen, no lo entienden.
  •           De ese libro, nos interesa en especial un capítulo denominado crípticamente: “1227 – Tratado de Nomadología: La Máquina de Guerra”. El número “1227” no significa “capítulo número 1227”. Remite al “año 1227”. La explicación de los motivos de los autores para anotar ese año en el inicio del capítulo, excedería este artículo.
  •           Para dar al lector los datos exactos, menciono el ejemplar que he usado. Autores: Gilles Deleuza y Félix Guatari. Título exacto. “MIL MESETAS Captalismo y esquizofrenia”. Editorial Pre-Textos, 8va. Edición, 2008, Valencia, España. Traducido al español por José Vázquez Pérez con la colaboración de Umbelina Larraceleta, y la ayuda del Ministerio de Cultura Francés.
  •           Puede usted comprar (o pedir prestado) “Mil Mesetas” y leerlo. Está – como vimos en el párrafo que antecede - traducido al español y a muchos otros idiomas. No tiene contraindicaciones, no causa adicción. Aunque estoy obligado a hacerle una advertencia: si usted intenta leerlo seriamente, puede quedar tan loco como – creo – estaban Deleuze y Guatari. Y con certeza quedará usted maniático y ermitaño, así voy quedando yo, a medida que me interno en el mundo caótico de los dos célebres filósofos que enaltecen en el siglo XXI a Francia, como Michel Foucault enalteció a la Francia en el siglo XX.
  •           También de Foucault decían que estaba loco. Bueno, quizás estaba loco. Probablemente Deleuze y Guatari también. Pero ello sólo demostraría que nuestra civilización cada día entra un poco más en la demencia, por ende sólo los locos pueden entender a los locos.
  •           El neologismo “nomadología” significa: a) que en el Planeta Tierra siempre han existido pueblos (o, al menos, comunidades) nómades; b) que los nómades merecen ser estudiados como tales; c) corolario: el estudio de los nómades es la nomadología.
  •           Lo interesante resulta ser – según lo entienden Deleuze y Guatari – el gran invento de los nómades: “la máquina de guerra”. No obstante, explican, inventar (y poseer) una “máquina de guerra” no implica necesariamente guerrear.
  •           Más luego, los Estados se apropian de “la máquina de guerra”, éstos sí con la finalidad de hacer la guerra. Pero los nómades, aún sin guerrear, ni siquiera presentar batalla, tuvieron (¿y tienen?) en jaque a los Estados sedentarios.
  •           Es igualmente novedoso el análisis de Deleuze y Guatari, en cuanto a que – en el inicio – los Estados carecían de ejércitos, de “máquinas de guerra”. Por ello, los nómades fueron peligros reales para los sedentarios.
  •           Una historia bíblica lo ilustra. Los hebreos avanzaron hacía la ciudad Jericó. Los hebreos eran nómades, conforme a su destino de nómades debían destruir las ciudades, y para ello tenían una “máquina de guerra” organizada magistralmente por Moisés. Jericó carecía de ejército. Apenas tenía una muralla. De cómo Josué por el sonido de las trompetas destruyó las murallas de Jericó es – desde el punto de vista de este artículo – indiferente. Sí, es sustancial que la “máquina de guerra” hebrea dirigida por Josué destruyó los muros de Jericó, ingresaron las tropas hebreas a Jericó y mataron a todos los habitantes, incluyendo mujeres, ancianos y niños. Sí, en la concepción del siglo XXI, esto es brutal y hasta inútil, sin embargo es razonable a la luz de la concepción del nomadismo.
  •           Destruir hasta los cimientos las ciudades y matar a todos los sedentarios, es sustancial a los fines políticos de los nómades. ¿Para conquistar tierras? No. Es para instalar, a lo largo y ancho de sus trayectos nómades, la “Paz Nómade”, la “Pax Nómade”. En forma similar, a la manera de la “Pax Romana” a lo largo y ancho del Imperio Romano. No de balde, se habló de la “Pax Americana” (obvio, “Americana” en referencia a los Estados Unidos) después de la caída del Muro de Berlín.
  •           Los pueblos nómades del siglo XXI tienen sus “máquinas de guerra”, y uno de los instrumentos de los cuál se valen, son los submarinos atómicos.
  •           Deleuze y Guatari aclaran que un pueblo puede ser nómade en la tierra, en el agua (mares y ríos), o en ambos medios. Y con la tecnología, hemos llegado al nomadismo en el aire, y, en definitiva, para una “máquina de guerra” de alta eficiencia, toda el Planeta Tierra es un espacio “liso”, dónde pueden poner en funcionamiento sus artilugios bélicos.
  •           Las grandes potencias del siglo XXI y los países que aspiran a ser grandes potencias son nómades o tratan de serlo. Brasil, también Irán entre otros, son aspirantes a nómades.
  •           Cabe la pregunta: ¿cómo calificar de “nómades”, por ejemplo, a los Estados Unidos, cuando tienen un enorme territorio en el cuál están (valga la cacofonía) “asentados sedentariamente”? ¿Quién calificaría de “nómades” a los chinos que viven en el mismo territorio, con permanente desarrollo cultural, desde hace 4.000 años o más?
  •           Primera aclaración proveniente de los mismos textos de Deleuze y Guatari: “nómade” nunca es sinónimo de “errante”.
  •           El errante es un vagabundo, puede ser muy rico, feliz, tener para su vida de trotamundos vehículos cómodos y seguros. Lo mismo da, si fuere un indigente mendigante. De una forma u otra, el errante desconoce cuál es su camino, no tiene objetivos en ese deambular, salvo el deseo (quizás la necesidad) de andar sin rumbo; y también podría ser, ir por cualquier camino es una forma de ganarse la vida, tal vez apenas de sobrevivir.
  •           El nómade, en cambio, tiene caminos prefijados, y objetivos en su desplazamiento. Si buscamos un “nómade arquetípico”, pensemos en los pueblos que vivían en la Península Arábiga y en el Medio Oriente, en la región que – hasta la conclusión de la Primera Guerra Mundial – dio en llamarse “Siria”. O sea: desde el Río Nilo hasta más allá del Éufrates, y desde el Mediterráneo hasta el Océano Índico.
  •           Podemos escudriñar y otear maravillosamente ese mundo “nómade arquetípico” en el libro “Los Siete Pilares de la Sabiduría – Un Triunfo”, escrito por T. E. Lawrence (o sea, nuestro conocido “Lawrence de Arabia”), dónde el autor relata cómo, siendo apenas un Oficial de escaso rango del Ejército Británico, logró conducir una rebelión de los árabes. Lawrence era un idealista. El Alto Mando inglés tenía otra visión más práctica: una rebelión árabe derrotaría al Imperio Otomano aliado de Alemania.
  •           También en este caso, aclaro el texto que yo he leído. Es el siguiente. "Los Siete Pilares de la Sabiduría - Un Triunfo". Autor: T. E. Lawrence, Editorial Sur, Buenos Aires, 1944, prefacio de Victoria Ocampo.
  •           Notablemente expresa Lawrence definiendo al ser humano de ese espacio y en ese tiempo, que el beduino en el desierto “Despreció los vínculos materiales, las comodidades, todas las superficialidades y demás complicaciones con el fin de alcanzar una libertad personal que rondaba la inanición y la muerte.” (Pág. 40).
  •           Pero - dice Lawrence - esa la misma estirpe beduina, trasladada al ámbito urbano, “el aldeano o el habitante de la ciudad necesitan saturarse diariamente de los placeres de la adquisición y la acumulación, convirtiéndose de rechazo en los más groseros y materialistas de los hombres.” (Pág. 42).
  •           La Argentina nació como continuadora del Virreinato del Río de la Plata, este último fue una “fortaleza” o “muralla china” inventada por la Monarquía Española para frenar el avance de los “nómades portugueses”.
  •           El Virreinato del Río de la Plata era (para usar palabras de Deleuze y Guatari) una “respuesta del Estado para estriar el espacio, contra todo lo que amenaza con desbordarlo. El Estado no se ha apropiado de la máquina de guerra sin darle la forma del movimiento relativo: por ejemplo, con el modelo «fortaleza» como regulador del movimiento, y que fue precisamente el obstáculo que encontraron los nómades, el escollo y la defensa contra la que venía a estrellarse el movimiento turbulento absoluto.” (“Mil Mesetas”, pág. 390).
  •           No trataré siquiera de avanzar un ápice más en la teorética del nomadismo según Deleuze y Guatari. Con la brutal apariencia de la sencillez, los autores manejan un nivel de complejidad conceptual tal, que debería escribir “mil artículos” para que entendiéramos juntos – el lector y yo – las “mil mesetas”. Paso a la práctica, aunque los lectores eruditos me reprochen mi desmañada rusticidad y el uso indebido de “Mil Mesetas”, obra maestra que merecería un saber virtuoso. Y yo estoy lejos de ello.
  •           Las potencias mundiales necesitan de submarinos nucleares, para asegurar la “parte nómade”. Sus soldados (de aire, mar y tierra), “alcanzan la libertad personal rondando la inanición y la muerte”, parafraseando a “Lawrence de Arabia” y según el modelo del cine de Holywood. Buscan el botín del libre comercio, de las materias primas canjeables por espejitos de colores.
  •           Como nadie es perfecto, entre los equipajes de esos nómades del Primer Mundo bastante salvajes, por error trajeron libros, primero de Voltaire y Rousseau, luego de Weber, Freud, Jung, Sartre, y hasta de Foucalt, Deleuze y Guatari, y  de infinitos otros sabios. Nos dieron vacunas contra enfermedades a cambio de las materias primas y la mano de obra barata, porque los espejitos de colores se les acabaron.
  •           Hoy hablamos de submarinos atómicos, pero también llegaron en barcos de carga, en portaviones, aviones, cañoneras, destructores misilísticos, diplomáticos, cine y televisión, etc., etc., etc. Para un nómade, cualquier medio de transporte, real o virtual, le da igual.
  •           Regresados a sus casas confortables del Primer Mundo, los poderosos nómades de las grandes potencias, como los beduinos a los cuáles aludía Lawrence, olvidan que “el banquete de los nómades es el ayuno” (Deleuze y Guatari dixit), y “necesitan saturarse diariamente de los placeres de la adquisición y la acumulación, convirtiéndose de rechazo en los más groseros y materialistas de los hombres.”
  •           La Argentina intentó en sus inicios cierto nomadismo. Por ello, guerreó contra el Brasil, el Uruguay y el Paraguay. El Presidente Bartolomé Mitre resultó ser el último nómade criollo. El sucesor de Mitre fue Domingo Faustino Sarmiento.
  •           En 1870 Paraguay es derrotado, y el único botín que el Presidente Sarmiento tomó fue el territorio de la actual Provincia de Formosa. Despreció todo el Chaco Boreal que, por el “Tratado de la Triple Alianza”, le correspondía a la Argentina. Rechazó la anexión del Departamento de Itapúa y la ocupación de la ciudad de Asunción. Se negó a todos los cantos de las águilas. Sarmiento no tenía precisamente espíritu de paloma, acaece que él miraba otras cosas: desde 1862 la Argentina era la mayor exportadora de lana de oveja del mundo, y la proveedora por excelencia de cueros vacunos y equinos, y de carnes saladas.
  •           Mucho más trascendental para llevar a la Argentina al destino marcado por la providencia de “país sedentario”, habían comenzado en la década de 1860 los cultivos extensivos de trigo y otros cereales, varias oleoginosas, y muchas más labranzas, siembras y recolecciones, que Europa compraba con avidez.
  •           Durante años, la Argentina supo crear sus “murallas chinas”. Pero los nómades son más hábiles. Para más, la Argentina ha desarticulado su “máquina de guerra”, no le resulta absolutamente indispensable porque – citamos referencialmente a Deleuze y Guatari – en definitiva la esencia del Estado pasa por la policía y la represión. La “máquina de guerra” es externa al Estado, y sólo se la apropia el Estado temporalmente.
  •           Pero hay peligros graves. Hay extensas superficies “lisas” dónde los nómades circulan en territorio legalmente argentino, y allí sí, cometen actos salvajes de pillaje y bandolerismo. Es en el Mar Territorial Argentino, sobre el cuál la Argentina ejerce soberanía con pleno acuerdo de la Comunidad Internacional, y desde las costas hasta las 200 millas marinas (debemos usar el sistema métrico decimal, y 200 millas marinas son 370 kilómetros), y más si la profundidad no llega a los 200 metros.
  •           Ese “mar epicontinental” tiene unos 3 millones de kilómetros cuadrados, y es uno de los últimos mares ricos en diversas especies de peces y mariscos, algunos de ellos tan buscados como la merluza y los calamares.
  •           Todos los años, inmensas flotas de diversas banderas de “países muy amigables” (por ejemplo, España y China) invaden el Mar Argentino y roban miles de millones de kilogramos de especies marinas. Para peor, rara vez respetan los mamíferos marinos (por ejemplo los delfines) que mueren inútilmente por decenas de miles todos los años en las redes de los barcos predadores que carecen de los mecanismos apropiados para el salvataje de los mamíferos capturados.
  •           Hasta los barcos balleneros japoneses, que dicen “cazar en aguas internacionales”, ingresan sin temor en el Mar Argentino cuando las ballenas allí se encuentran.
  •           Otro dato quizás en apariencia inócuo, pero – al menos para mí – es intraquilizador. El Mar Argentino es sustancialmente zona de aprovechamiento económico. Por ello, la Argentina debe permitir el tránsito pacífico de los buques extranjeros, incluyendo las naves de guerra previo aviso. No obstante, circulan por allí submarinos de diversas potencias, mayores y menores, si dar el menor aviso. Saben que pueden atravesar ese inmenso “mare nostrum argentinium” sin problemas, las fuerzas armadas y de protección costera argentina normalmente ni siquiera los detectan, y si los detectan carecen de medios de auyentarlos.
  •           Yo pregunto: ¿habrá submarinos dedicados al tráfico de drogas, desembarcando sus botes de goma en playas desiertas de la gran Patagonia? ¿Llegarán a las costas argentinas desechos de combustible atómico, a través del “paso inocente” de tales submarinos? Han habido medios de prensa que se hicieron eco de los mismos temores, jamás recibieron respuesta alguna de las autoridades argentinas.
  •           Como vimos, los submarinos con motorización nuclear sirven para trayectos muy extensos con gran sigilo, llevando – diría – exceso de armas y bastantes tripulantes. Pueden transportar sin alterar el resto de sus misiones, un batallón de desembarco (¿recuerdan la película con Deni Moore, “G.I.Jane”, que se estrenó en los países de habla española con el título “Hasta el límite”).
  •           Sin embargo, la Argentina carece totalmente de hipótesis de misiones militares en mares lejanos, salvo integrar las Fuerzas de Paz de las Naciones Unidas. Para ello, no se requieren submarinos nucleares.
  •           En definitiva, la Argentina necesita una “muralla china” en su Mar Territorial, para protegerlo de las invasiones de los nómades. Le es absolutamente inútil un mecanismo de guerra pensado para llegar a decenas de miles de kilómetros de distancia y atacar allí a naves mercantes y militares, que para eso se diseñan los submarinos nucleares.
  •           Peor: sería un único, solitario, submarino atómico. O sea: si se alejara y hubiere un conflicto en el otro extremo del Planeta, sería inútil, no llegaría en tiempo (ello, en el supuesto de que la Argentina quisiera asumir el papel de “gran potencia nómade”). Quiénes tienen “en verdad” submarinos atómicos, tienen varios de ellos. Aquél que tuviere un único submarino atómico, lo tendría “de mentiritas”, tal cuál un detalle ornamental, o para pavonearse ante los vecinos, o – con lamentable frecuencia – simple señal de demagogia para intentar hacer creer a su propio pueblo “qué estamos seguros y bien defendidos”.
  •           Ahora debemos preguntarnos, ya que la Argentina es una “nación sedentaria” y los nómades horadan sus fronteras: ¿Cómo crear la “muralla china del mar argentino”?
  •           Una respuesta posible, es seguir el ejemplo de países en situaciones similares. Suecia es uno de ellos. Claro está, allí el tema de la pesca quizás sea secundario. Los problemas marítimos suecos se relacionan con la ubicación geográfica. Suecia está en esa intersección de los espacios de agua dónde convergen el Mar de Norte, el Mar Báltico y el Mar Ártico. Aún pasada la Guerra Fría, sigue siendo una zona de dificultades permanentes. Están los enormes submarinos atómicos rusos saliendo por el Mar Báltico, pasando a pocos kilómetros de las costas suecas. Detrás de los gigantes marinos rusos, siguen sus pasos barcos de guerra – de superficie y sumergibles – de la Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Alemania, y alguna potencia menor. Está vigente la Organización del Atlántico Norte con inmenso poderío, patrullando la región en “conflicto virtual” con la ex-Unión Soviética. Ucrania y Finlandia tienen lo suyo. Entre tanto batifondo marítimo, pueden pasar contrabandos de drogas, armas, tráfico de personas, espías, etc., etc. Es un gigantesco nudo de entuertos oceánicos.Y son posibles los “accidentes incidentales”, y los “incidentes disfrazados de accidentes”.
  •           Como sabemos, Suecia se considera neutral. O, al menos “para la tribuna”, actúa como neutral. Quiere evitar complicarse en problemas ajenas, y para ello pretende vigilar debajo de la superficie de sus aguas costeras y un poquito más lejos.
  •           Los suecos recordaron que, antes de la Segunda Guerra Mundial, un genio de la ingeniería naval y mecánica alemán, inventó un motor de combustión interna capaz de funcionar sin aire. ¿Cuál es el milagro? El ingeniero alemán usó como combustible y a la vez como oxidante, el peróxido de hidrógeno. En la teoría, bastante simple. El peróxido de hidrógeno es, en una misma sustancia, hidrógeno y oxígeno. Cargamos esa sustancia, la hacemos explotar en el interior del motor …Y listo … No tan fácil. Hay inconvenientes prácticos. El genio alemán los habría resuelto.
  •           Difieren las historias sobre el destino de esos motores. fabricados por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial,  de peróxido de hidrógeno. Algunos dicen que un submarino con motor de funcionamiento sin aire, de peróxido de hidrógeno, llegó a zarpar en misión de combate unos días antes de la terminación de la guerra, y habría sido capturado por lo ingleses. Otros cuentan que había dos o tres submarinos alemanes de esa clase listos para levar anclas, hacerse a la mar y hacer trepidar las flotas aliadas. El fin de guerra llegó antes.
  •           Lo cierto es, que los aliados triunfadores probaron el invento alemán. Era óptimo, salvo que el peróxido de hidrógeno es difícil de manejar, es inestable, y suele explotar “de la nada”.
  •           Entonces, si bien siguiendo los mismos principios, cambiaron el peróxido de hidrógeno, por  dos depósitos  separados, uno de hidrógeno, el otro de oxígeno. También funcionaba, y también era peligroso: cuando el oxígeno ingresa en el motor, en ocasiones hace reventar y saltar en pedazos al motor completo. Nuevo ajuste: agregar argón al oxígeno, éste es un gas inerte y “rebaja” la potencia explosiva del oxígeno. Claro, resultaba imposible llevar en un submarino tanto argón, y optaron por iniciar el trabajo del aparato de propulsión con el gas inerte, y a los pocos minutos reemplazarlo por los mismos escapes del motor, pero éstos debían ser enfriados y filtrados previamente. Eficaz, pero algo engorroso.
  •           El motor de explosión sin aireación externa, no parecía competencia con el nuevo juguete de guerra de las grandes potencias: los submarinos de motorización nuclear. En cuanto a los demás países, sus ejércitos de mar siempre han sido – salvo raras excepciones – los receptores de las “casi-chatarras” de las grandes potencias.
  •           Pero algunos países, pequeños aunque muy adelantados tecnológicamente, Suecia entre ellos, no se satisfacían con el papel de “usuarios de segunda mano”.
  •           Y con el devenir de los años apareció otro invento: las “celdas de enegía”. Son unos motores en los cuáles, en determinada forma y condiciones, se combinan hidrógeno, oxígeno, y más gases que – parece – hacen de catalizadores o de atenuadores. Estos motores, son – dicen – muy eficaces y seguros, operan en ausencia total de aire y sueltan, sí, algunos detritus a los mares. En fin, contaminación más o menos, ni a los escandinavos les preocupa.
  •           Asimismo, nacen las baterías de litio. Las mismas que usted tiene en el teléfono celular o en la cámara fotográfica digital, claro está, en los submarinos, son de “tamaño elefante”.
  •           Resumiendo: Suecia inicia la construcción de submarinos que tienen varias motorizaciones. Cuentan con un motor diésel convencional, se usa para navegar sin sumergirse y para cargar las baterías de litio. Y como respaldo si todo lo demás falla, así al menos regresan al puerto. Al sumergirse, empiezan a operar las “celdas de energía”. Si a las mismas se les acaban los gases cuya mezcla las hace trabajar, logran mantenerse sumergidos y persiguiendo los objetivos, gracias a las baterías de litio. Al agotarse finalmente las baterías de litio, recién entonces se ven obligados a subir a la superficie y con el motor diésel, al menos recargar las baterías y sumergirse un poco más, o regresar a la base.
  •           ¿Cuánto tiempo puede operar sumergido uno de esos sumergibles suecos? La información hay que “armarla” con datos dispersos. Porque unos dicen “no llegan a una semana”, otros aseveran “más de un mes”. Parece ser, que todos tienen razón. En tareas de patrulla, moviéndose lentamente, alcanzarían un mes sumergidos. Cambian las cosas, cuando entran propiamente en acción y avanzan a velocidades notables, se supone hasta 50 millas náuticas por hora, que son casi 100 kilómetros por hora. Por supuesto, ahí tienen razón los de “menos de una semana”.
  •           Estos submarinos suecos son pequeños, con 20 tripulantes es suficiente para la totalidad de las maniobras. Son “submarinos de ataque”, así se suele denominar a los sumergibles que tienen como función atacar a otros submarinos, pero carecen de capacidad de destruir una nave de superficie. Llevan – nuevamente “dicen” - solamente dos torpedos.
  •           La otra función, es simplemente patrullar las profundidades, son “los ojos y los oídos” del Gobierno Sueco en el mar adyacente a su territorio. Y si “la cosa la ven, pero la ven muy fea”, estos pequeños submarinos se limitan a avisar al Almirantazgo … y que se arreglen los buques y aviones, y demás artilugios con los que contaren en las Fuerzas Armadas del país de Ingrid Bergman, de Igmar Bergman y de la Sirenita en Estocolmo. El submarino “soplón”, se escapa a todo lo que le dieren las múltiples motorizaciones. Pero si el submarino molesto es más o menos equivalente (de ser posible, más débil) como el sueco es pequeño y silencioso, se acerca subrepticiamente y con dos torpedos liquida al adversario.
  •           Hay un dato, que los suecos se han encargado de difundir a los cuatro vientos, obviamente como propaganda de capacidad teconógica: las tripulaciones son mixtas, de hombres y mujeres, algo muy raro entre los submarinistas, un ámbito exclusivamente masculino en el resto del orbe. Ello se debe, siguen alardeando los suecos, a que los submarinos de marras son pequeños, mas resultan comodísimos, de espacios holgados, por ende no existe el apretujamiento que incomodaría la convivencia. Dicen los malpensados, que el alboroto de la tripulación mixta, es un argumento más, de los varios que – como quién no quiere la cosa – usa Suecia para vender los mini-submarinos, porque los descendientes de los vikingos son buenos guerreros y mejores comerciantes.
  •           Una pregunta sustancial: ¿sirven pequeños submarinos con apenas dos torpedos, para enfrentar a los gigantescos submarinos atómicos? Diversas fuentes aseveran con certeza que cumplen "a las mil maravillas" la función de amedrentar y alejar a las grandes naves sumergibles. Por la simple razón, que nadie arriesga a perder un submarino de más de mil millones de dólares (¿o dos mil millones? nadie lo sabe) averiado por un par de torpedos que en el silencio y oscuridad asegurado por su ínfimo tamaño, le podría acertar un mini-submarino sueco. Por supuesto, hasta la mera detección de un submarino atómico "que está en el lugar dónde no debiera estar", con la prensa mundial a los gritos, sería un papelón imposible de resistir por una Gran Potencia.
  •           Sin perjuicio de otros elementos indispensables (por ejemplo, aviones y barcos de patrulla costera, una amplia radarización, etc.), los pequeños submarinos suecos son el modelo a copiar por la Armada Argentina.
  •           Yo estimo que los Marinos argentinos son honestos, pero rechazarían los pequeños submarinos suecos, considerándolos “equipamiento policial” y no partes de una “máquina de guerra”.
  •           Dicen Deleuze y Guatari en “Mil Mesetas”: “...los grandes cuerpos de un Estado son organismos diferenciados … disponen del monopolio de un poder o de una función … No sólo se trata de una obstinada defensa de sus privilegios. También habría que hablar de una actitud, incluso caricatural, incluso muy deformada, para constituirse como máquina de guerra, oponiendo al Estado otros modelos, otro dinamismo, una ambición nómada. Por ejemplo, hay el viejo problema del «lobby», grupo de contornos fluentes, de situación muy ambigua, respecto al Estado que quiere «influir», y a una máquina de guerra que quiere promover, cualesquiera que sean sus fines.” (“Mil Mesetas”, pág. 372).
  •           Bien. Aquí va terminando el artículo, más largo de lo previsto cuando mentalicé el proyecto. Pero no concluye el tema, porque espero seguirlo en artículos sucesivos.
  •           Estos asuntos son infinitos, como infinitas las discusiones al respecto. Ello, en dos sentidos. El primero, porque en la Argentina, dónde hay dos personas, hay tres opiniones hoy, que mañana serán corregidas y así, con apenas dos argentinos, podemos llegar al infinito de juicios, razonamientos y apreciaciones.
  •           En segundo lugar, y ya que nos guiamos por la obra monumental de Deleuza y Guatari, recordemos que “La lectura de Deleuze pareciera no tener fin: siempre se está en el medio de él … un poco más allá del inicio de la aventura lectora y mucho más acá de su finalización. Un puro medio...” (Luciano Bonati Griffiths, Vanina Escales y Shila Vilker, “De la amistad, de la risa y de otros aspectos políticos de Deleuze”, en “La Máquina Deleuze”, obra de Tomás Abraham & el Seminario de los Jueves, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2006, pág. 372).
  •           De todas maneras, a nadie habrá de inquietar cuánto yo diga, en este artículo y otros que, espero, seguirán.
  •           Cito nuevamente a “La Máquina Deleuze”, esta vez en el esquicio “Contra la pornopolítica” y de la pluma del mismísimo Tomas Abraham (¡ídolo!): “Nadie soporta la fiesta ni la farsa. Atenta contra el biendecir. A los aparatos del poder les importa menos lo que se dice que el cómo se lo dice. El contenido siempre es neutralizable si se le aplica el lenguaje correspondiente, si se lo incluye en las reglas del orden del discurso. Lo que importa es la forma y si la forma ya no reenvía a contenido alguno, al menos debe mantenerse el protocolo.” (pág. 103).
  •           La Ministra Garré no reenvió a contenido alguno con su exabrupto. Pero al menos mantuvo el protocolo.
  •           Moraleja: a la nadie le importa, lo que ella dijo, y sideralmente menos le importa a nadie lo que yo digo.
  •           Citamos finalmente a otro genial argentino,  Tato Bores, un humorista político insustituible. Así solía terminar en cierta época sus monólogos: “¡Vermouth con papas fritas, y good show!”
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  • Norberto Tesy Wernicke
  • De profesión, soy abogado, tasador. De vocación, soy escritor y - según dicen mi familia y mis amigos - ermitaño. Tengo 64 años, mi esposa se llama Aida Zunilda Bogado, y mis hijos Alberto y Daniel. Soy feliz. ¿Que más quiero?
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